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Berlín se llena de huertos urbanos

En el techo de un centro comercial o en un antiguo aeropuerto las huertas se desarrollan en Berlín, donde se trabaja la tierra para cultivar tomates, papas y también los vínculos sociales de una ciudad donde aún parece haber espacio para todo.


Si bien el fenómeno es internacional, en Berlín ha tenido un impulso muy particular. Foto: Diario El País.

Algunos berros esmirriados luchan valerosamente contra la lluvia y los vendavales que barren las pistas de aterrizaje de un aeropuerto cerrado en 2008 y transformado en un vasto parque para los berlineses.
Cuando llega el buen tiempo, pepinos, apios y albahaca crecen a la sombra de los girasoles en este jardín colectivo. Una colmena instalada en medio de las pequeñas parcelas ha empezado a producir desde hace poco la primera miel que lleva el sello del antiguo aeropuerto de Tempelhof.
De día, carretillas y mangueras se activan alrededor de matas de hierbas aromáticas. Al anochecer, manos embarradas empuñan latas de cerveza para celebrar el espíritu colectivo y el bien de la amistad.
 
"Allmende Kontor" y su vecino "Rübezahl Garten" son dos de los numerosos huertos que han crecido como hongos en la capital alemana. En el barrio popular de Wedding, una asociación proyecta instalar cultivos de zanahorias y fresas en el techo de un supermercado.
 
"Se trata de cultivar hortalizas y también de participar en un proyecto colectivo, de hacer cosas juntos, es un lugar donde participa todo el mundo", explica Burkhard Schaffitzel, uno de los iniciadores de "Rübezahl Garten".
"La gente viene de todos los horizontes, desde emigrantes turcos hasta estudiantes, pasando por jubilados", explicita Gerda Münnich, una animadora de "Allmende Kontor".
              Huerto urbano

Y el éxito está ahí. Su huerto cuenta con unos 300 arrendatarios y una lista de espera de 200 personas. Los responsables del jardín pagan 5.000 euros al año al Ayuntamiento para utilizar su trozo de terreno y apelan a las donaciones para financiarse.
 
En torno a la jardinería se ha desarrollado un lugar de vida: un mecánico de bicicletas propone sus servicios en un remolque viejo y abollado instalado en el terreno, mientras que una "plaza del pueblo", en el centro del jardín, permite que la comunidad pueda asar salchichas cuando el grupo organiza fiestas.

"La huerta no es sólo un lugar dedicado a una actividad de autosubsistencia, sino también de socialización", explica la socióloga Christa Müller, que ha consagrado un libro al tema.
Este fenómeno es internacional. Desde sus inicios en Nueva York, se han creado jardines en París, Montreal y otras ciudades. En Berlín, ha tenido un impulso muy particular: la reunificación de la ciudad, tras la caída a fines de 1989 del Muro que la dividió durante 28 años, ha dejado gran cantidad de espacios abandonados y descampados donde ubicar huertos.

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