Tres jóvenes que pescaban en el Lago de Embalse en la Provincia de Córdoba, Argentina, quedaron atónitos al pescar una tararira de tres ojos, que padecería una malformación genética. Los pescadores aseguraron que capturaron al dentudo en las proximidades de la Central Nuclear.
El insólito hallazgo alarmo a los pobladores de la zona, que rápidamente intuyeron que la extraña mutación podría haber sido producida por la cercanía de la Central Nuclear y temen que se puedan estar volcando a las aguas del espejo alguna sustancia nociva.
Julián Zmutt, uno de lo pescadores dijo: “Estábamos pescando y nos llevamos la sorpresa de sacar este ejemplar, muy raro. Como era de noche no nos dimos cuenta en el momento. Después uno con una linterna lo miró y se dio cuenta que era un ojo y nos llamó. Nos quedamos sorprendidos” según informo Cadena 3.
“Hace muchos años que vamos a pescar ahí y es la primera vez que nos pasó”, dijo. Y sobre las causas de la posible malformación indicó que “se empieza a hablar de la central nuclear. No deja de preocupar”.
Desde otros sectores, sugieren investigar los efectos de las plantaciones de papas y soja en cercanías de las nacientes de los ríos serranos, que desembocan en el lago de Embalse.
La radiación nuclear: invisible e inodora, pero devastadora
La radiación “ni se ve ni se huele, pero sus efectos son a largo plazo y dañarán la salud y el medioambiente durante años”, así describe las consecuencias del accidente nuclear ocurrido en una central japonesa, Eduard Rodríguez-Farré, radiobiólogo del Consejo Superior de Investigaciones Científicas.
Rodríguez-Farré ha asegurado que colegas científicos ya han medido contaminantes como el yodo o el cesio en la radiación liberada en Fukushima, donde ya se ha producido la fusión parcial de dos de sus reactores ante la falta de refrigeración provocada por el terremoto y maremoto que han azotado el país.
“En el núcleo de un reactor nuclear existen más de 60 contaminantes radiactivos a partir de la fisión del uranio, unos de vida muy larga y otros de vida muy corta, pero casi todos tienen una gran afinidad con nuestro organismo y se acumulan en él, ya que son parecidos a nuestros elementos biológicos”, explica el científico.
Rodríguez-Farré, uno de los mayores expertos internacionales en radiaciones nucleares y autor de estudios sobre las consecuencias de la catástrofe nuclear de Chernóbil, afirma que de entre esos 60 contaminantes, los que tendrían mayores consecuencias para la salud humana serían el yodo, el estroncio 90 y el cesio (C-137).
“El yodo afecta inmediatamente y deja mutaciones en los genes, a partir de las cuales se puede desarrollar luego el cáncer de tiroides”, sostiene el toxicólogo, quien recuerda que el accidente de Chernóbil multiplicó por diez los casos de cáncer de tiroides en Centroeuropa.
Por su parte, “el estroncio se acumula en los huesos un mínimo de 30 años, como si fuera calcio, y durante años continúa irradiando el organismo; mientras que el cesio queda depositado en los músculos”.
Ambos contaminantes “aumentan el riesgo de todo tipo de cánceres, especialmente de huesos, músculos y tumores cerebrales, disminuyen la inmunidad del organismo y aumentan la capacidad de sufrir otras patologías”.
Además, “la radiación altera la reproducción”, ha recordado este médico, miembro del Comité Científico de Nuevos riesgos para la salud de la Unión Europea, y “afecta más a las mujeres que a los hombres”.
La explicación estriba en que “los espermatozoides se regeneran totalmente cada 90 días y un espermatozoide alterado desaparece en ese periodo, pero los óvulos están en los ovarios toda la vida, y si un óvulo alterado por la radiación es fecundado posteriormente, habrá malformaciones en el feto, aunque sea años después”.
Las consecuencias para el medioambiente no son menores: “A largo plazo la contaminación nuclear se deposita en el suelo y en el mar, y se incorpora a la cadena trófica, de los peces, que son la base de la dieta en Japón, del resto de animales, de las plantas, la fruta, las verduras…”.
Este proceso, argumenta el científico, “se va bioacumulando, es decir, va pasando de un ser vivo a otro y va empeorando”, y un ejemplo de ello es el de los “miles de renos que hubo que sacrificar en el Ártico tras Chernóbil, porque estaban absolutamente contaminados a través de los líquenes que habían comido”.
Medidas a tomar
Respecto a las medidas a tomar para prevenirse de la contaminación radiactiva, Rodríguez-Farré señala que el contacto con la piel se puede eliminar lavándose con el mismo celo que tiene un cirujano cuando entra a un quirófano: limpiando y cepillando el cuerpo, el pelo y las uñas con detergente; y desechando la ropa.
Más complicado es luchar contra la principal vía de contacto con los contaminantes: “La inhalación”, ante la cual prácticamente sólo son efectivas pastillas de yodo como las que las autoridades japonesas están repartiendo a la población.
“El tiroides cuando está repleto de yodo elimina el que le sobra, así que si tú saturas de yodo normal el tiroides —con las citadas pastillas—, ayudas a que si inhalas yodo radiactivo lo elimines rápidamente”, aclara.
También se puede consultar este otro artículo de Laura Tardón en el diario el mundo:
¿Qué efectos tiene la radiactividad sobre la salud?
Las dosis en Japón triplican las que puede recibir una persona en todo el año
Hay que distinguir entre efectos agudos y los daños acumulados a largo plazo
Las pastillas de yodo protegen la glándula tiroidea, una de las más sensibles
Que todo aquel que vive en un radio de 20 kilómetros de la planta nuclear de Fukushima (Japón) abandone la zona y quien se encuentre entre los 20 y 30 km permanezca en el interior de su casa, con las ventanas y las puertas bien cerradas. Éstas son las medidas que Japón está tomando para proteger a la población de la radiactividad.
Para conocer con más profundidad las repercusiones que este accidente puede tener sobre la salud de la población, ELMUNDO.es ha hablado con el doctor Ferrán-Guedea, presidente de la Sociedad Española de Oncología Radioterápica y jefe de Oncología Radioterápica del ICO, y con Eduardo Gallego, profesor del departamento de Ingeniería Nuclear de la Universidad Politécnica de Madrid y vicepresidente de la Sociedad Española de Protección Radiológica.
¿Qué son y dónde están las radiaciones?
Las radiaciones son un tipo de energía que forman parte de la naturaleza. Por ejemplo, gran parte del material del suelo es uranio y las estrellas también emiten radiación, especialmente el sol, y esto se nota de forma acusada cuando viajamos en avión. Además de en el medio ambiente, también se encuentra en aplicaciones artificiales, como la energía nuclear y ciertas aplicaciones médicas (como la radioterapia para tratar el cáncer o los rayos X).
¿Cómo las absorbe el cuerpo?
Hay muchos tipos de partículas en las radiaciones, pero las que más abundan son las de tipo gamma, que atraviesan sin dificultad los tejidos e impactan en el ADN de las células, precisamente donde se produce el efecto más acusado, porque puede provocar mutaciones celulares y dar lugar a diversos tipos de cáncer.
La radiación también se puede inhalar. Esta vía tiene un agravante, porque el elemento químico entra en el cuerpo, podría metabolizarse y permanecer durante mucho tiempo descargando radiaciones. El plutonio, por ejemplo, se puede fijar en los huesos y los pulmones, llegando a originar cáncer.
¿Qué riesgos suponen para la salud?
La radiación controlada no representa ningún riesgo. De hecho, las radiaciones conviven con nosotros, en hospitales, en industrias, en ciertos gases que se encuentran en el terreno… Sirven para tratar el cáncer (radioterapia) y para diagnosticar muchas enfermedades (a través de radiografías, por ejemplo).
Otra cosa es lo que ha pasado en Japón. Una situación inesperada e impredecible. Las repercusiones dependen de la distancia a la que se encuentre cada persona y, por supuesto, de las dosis y los materiales radiactivos emitidos.
¿Qué tipo de efectos tiene la radiación en el organismo?
Hay que distinguir en primer lugar entre la exposición puntual a altas dosis (por encima de 100 miliSieverts), que puede provocar efectos agudos en poco tiempo (como malestar, quemaduras en la piel, caída de pelo, diarreas, náuseas o vómitos), y los daños acumulados, que pueden causar problemas de salud más graves a largo plazo (cáncer fundamentalmente), sobre todo leucemias. Estos efectos tienen que ver con la capacidad de las radiaciones ionizantes para provocar cambios en la estructura de las células, es decir, para alterar su ADN; algo que no ocurre con las radiaciones no ionizantes (como las de infrarrojos).
¿A qué dosis está expuesta la población de Fukushima?
Según ha reconocido la Agencia de Seguridad Nuclear japonesa, unos minutos después de la tercera explosión registrada en la central, los niveles de radiación superaron los 8 miliSieverts (mSv) por hora, el triple de la cantidad normal a la que está sometida una persona a lo largo de todo un año.
¿Qué radiación recibimos normalmente?
Como recuerda la Organización Mundial de la Salud (OMS), una persona recibe unos 3 mSv a lo largo de todo el año, el 80% a través de fuentes naturales de radiación (como ciertos gases que puede haber en el terreno), y el otro 20% a través de procedimientos y pruebas médicas, aunque estas cifras pueden variar en función de la geología del terreno.
En España estamos expuestos a entre 2,4 y 3 miliSieverts en todo el año (frente a los 8), una cantidad inocua o tolerable. Como explica a ELMUNDO.es Eduardo Gallego, profesor del departamento de Ingeniería Nuclear de la Universidad Politécnica de Madrid y vicepresidente de la Sociedad Española de Protección Radiológica, por debajo de los 100 milisieverts al año (una cifra equivale a dos o tres escáneres), la mayoría de la gente no sufre ningún síntoma, tendría que estar unas 12 horas expuesto. Lo que sí es recomendable es realizar controles médicos periódicos, centrados en la prevención de posibles tumores.
Si las dosis superan varios miles de milisieverts, la persona puede morir en cuestión de horas, debido al Síndrome de Radiación Aguda, por el que la radiactividad afecta a todos los órganos del cuerpo y cualquiera de ellos puede fallar de forma fatal de inmediato.
¿Quiénes son más vulnerables?
Cuanto más jóvenes, mayor es la sensibilidad a las radiaciones. Su organismo celular se renueva muy rápidamente y si alguna célula se vuelve cancerosa, el tumor se desarrolla con más rapidez.
¿Por qué se administran pastillas de yodo?
Entre los múltiples componentes que pueden encontarse en un reactor nuclear, uno de los más peligrosos para la salud es el yodo radiactivo. Este yodo que absorbe el organismo durante un accidente nuclear tiende a acumularse en la glándula tiroides (uno de los órganos del cuerpo más sensibles a la radiación), lo que puede ocasionar casos de cáncer y otros problemas de salud más adelante. Como recuerdan los Centros de Control de las Enfermedades de EEUU en su página web, el uso de yoduro de potasio (las populares pastillas de yodo) tiene como objetivo precisamente evitar estos daños.
El yoduro de potasio satura la glándula tiroides para que ésta no pueda absorber más yodo radiactivo, por lo que este medicamento también suele utilizarse como tratamiento en el caso de pacientes con problemas de hipertiroidismo. A pesar de su elevada eficacia para proteger la tiroides si se administra en las primeras horas de la exposición, las pastillas de yodo no protegen otras partes del organismo. Se calcula que Japón ha repartido ya unas 200.000 tabletas de yodo entre la población
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